Pregón de las Ferias y Fiestas de Salamanca 2025: Sara Cuadrado-Castaño
Excelentísimos señor alcalde, reverendísimo señor obispo, ilustrísimas señoras e ilustrísimos señores, miembros de la Corporación municipal, autoridades civiles y militares, salmantinos y amigos que hoy nos acompañáis. ¡Muy buenos días a todos!
Quién me iba a decir, cuando jugaba en Garrido, con mis amiguitos del Colegio Santa Teresa, a lanzarnos cual kamikazes por la cuesta del depósito del agua de Chinchibarra, sobre tapas de wáter, ¡a ver quién llegaba antes! Con finales más o menos afortunados, con alguna pitera, sonrastrones a doquier y a menudo rotura de pantalones incluida, que hoy, 8 de septiembre del 2025, pudiera dirigirme a vosotros con humildad y agradecimiento por haber sido elegida pregonera de las Ferias de Salamanca, ¡mi ciudad!
Si entonces estas aventuras conllevaban el correspondiente capón de mi madre, y la colocación de un nuevo parche o rodilleras, de los que presumía como si fueran medallas olímpicas, en aquellos momentos no era consciente de lo mucho que tendría que agradecerle a nuestra Virgen de la Vega, madre protectora de todos los charros y a la que homenajeamos con estas ferias y fiestas, ¡por no haberme roto la crisma más de una vez!
Quién me iba a decir que yo iba a anunciar el inicio de las ferias y fiestas de Salamanca. ¡Unas fiestas que esperaba cada año con gran ilusión! ¡Porque suponía mi regreso a la ciudad, después de pasar el verano con mis abuelos en el campo y la vuelta al cole, que me hacía tan Feliz!
Libros nuevos, el olor al forro de plástico, revisar mi estuche escolar y hacer un exhaustivo recuento de pinturas, para que no me faltaran colores… Pero, sobre todo, sobre todo… tener todo listo para no distraerme de lo fundamental, ¡porque lo que más ilusión nos hacía a mis hermanos y a mí era saber qué días nos llevarían a montar en los cacharritos! ¡Mis dos hermanos y yo iniciábamos una insistente persecución familiar y nos las arreglábamos para conseguir que nos llevaran a las ferias dos o tres veces como mínimo… ah, y al circo!
Recuerdo el tren de la bruja, a escobazo limpio y gritos histéricos en el túnel… la noria, ¡pero la gigante eh! ¡Que la pequeña era para pequeños! -decíamos-, los coches chocones, esos bólidos sin ruedas que exigían salir corriendo y a la señal del tiru riru tiru riru y chocar bruscamente al ritmo de Camela. El circo y sus animales exóticos… Añusgarme, que no atragantarme, con las palomitas de colores… las azules eran mis favoritas… esas no las compartía, las demás sí.
Escuchar las tardes de toros en el transistor de mi abuelo Peyo en su taller mientras él hacia zajones y votos... o hablar con mi abuelo Domingo de hectáreas, de cosechas, de cebada, de lentejas, me ayudaron a comprender la importancia de nuestros agricultores y ganaderos, de nuestro campo charro, de nuestras encinas, robledales, nuestra sierra, del ganado de lidia, ¡mientras esperaba a que me llevaran a tomar un butanito!… y para que me bajaran a las ferias! Siguiendo con mi objetivo fundamental…
¡Recuerdo las carreras delante de los gigantes y cabezudos, por las calles del centro! El miedo a que nos alcanzara la lechera nos producía una risa histérica, las fanfarrias, ¡ah!, ¡y bajar a la ribera del puente a ver los fuegos artificiales!, que contemplaba ensimismada y que cada año me alucinaban más.
Con el paso de los años, las ferias y fiestas de Salamanca fueron cambiando. En la adolescencia, mi pasión eran los conciertos de la Plaza, ¡ése era el sitio donde estar y no faltar! Tenía que convencer a mis padres de que me dejaran una hora más… o dos… y que me fueran a buscar al terminar debajo del reloj de la Plaza, que es donde hay que quedar en esta ciudad.
En mi etapa universitaria… la Biblioteca de Libreros por la noche, era donde me podías encontrar…. Salvo que hiciera parada estratégica en el Bolero, nuestro centro de reuniones, para encontrar inspiración, reencontrarme con mis queridos aspirantes a biólogos que volvían para el nuevo curso, para filosofar, arreglar el mundo, ¡sosegar el espíritu… y soñar en grande! Allí hable de mis sueños con Eugenia, con Jacinto, con Nacho, con mi pequeña María… allí filosofe con mis compañeros de tesis, los ahora doctores Javi Holguera, Choche Sardina, Fernando Sánchez, José Manuel Muñoz…. pero sobre todo con el hoy Doctor Juan Ayllón, mi amigo y ‘mentor en la sombra’. Hablamos de virus y de cáncer y de lo que yo quería hacer… “te dirán que tus ideas son de Ciencia ficción Sarita, me decía, ¡pero tú lo vas a conseguir!, sé valiente, me decía…. cree en ti…. Como dijo nuestro genio nacional e ídolo personal, Don Santiago Ramon y Cajal, “las ideas no duran mucho, hay que hacer algo con ellas”. Esta frase abre mi tesis doctoral.
Poco después, del laboratorio de Bioquímica de nuestro añorado mentor Enrique Villar, di el salto a USA a trabajar en el laboratorio del García-Sastre en el Monte Sinaí de Nueva York, donde realicé mis sueños y soñé más grande. Ahora con Yonina, Vicent, Gloria, Pablo, Sara Izpura, Sri, mis estudiantes, un equipo de jóvenes brillantes y comprometidos, diseñamos nuevas viroterapias para eliminar el cáncer de colon, de pulmón, de mama; los más mortales y que afectan a más familias a nivel mundial. Y ahora he decidido continuar mi sueño desde aquí, Salamanca. Para que estas terapias lleguen a los pacientes de cáncer que necesitan cura y esperanza.
Por todo esto y mucho más, hoy debo dar las gracias a Salamanca por la educación que he recibido. Empezando por la guardería de la Cruz Roja, siguiendo por el colegio público Santa Teresa, Montessori y a mi Universidad, ¡la USAL! Gracias a los magníficos profesores, que con su pasión por la enseñanza y entrega marcaron mi camino. Gracias por el deseo sincero de formar mejores personas. Tengo el privilegio de haber sido parte de esta comunidad, y lo valoro profundamente. Y me encanta explicarles a los de Harvard, y Yale, y el MIT, que el escudo de mi sudadera de capucha representa a Salamanca, ciudad universitaria con más de 800 años de excelencia, de ideas y de revolución intelectual y humana.
Desde que candé la puerta de mi casa de Salamanca, hace trece años, no he podido volver a mi querida charriland, como yo la llamo cariñosamente, a celebrar las ferias y fiestas en septiembre. Y este año, por motivos más que obvios, son las más especiales. ¡Gracias por darme esta oportunidad!
Y gracias a vosotros, mis queridos paisanos, tanto a los de cuna como a los de adopción, vuelvo a Salamanca en ferias, una Salamanca que es la misma pero no es igual.
Veo una ciudad que es mucho más que piedra, legado y conocimiento.
Veo una Salamanca en plena revolución, donde la historia inspira y la innovación transforma. Veo que muchas de nuestras empresas han alcanzado proyección multinacional, que nuestros productos de la tierra se distribuyen a nivel mundial.
Que nuestras tecnologías se exportan y que nuestras ideas ayudan a mover el mundo.
Me emociona ver cómo las ciencias no se quedan quietas, sino que empujan nuestra ciudad y provincia hacia adelante, creando empleo, forjando futuro, abriendo puertas y soñando a lo grande. Y veo una sociedad salmantina orgullosa de esta revolución, partícipe de ella, volcada e ilusionada por lo que está pasando y expectante por lo que queda por venir. Un Ayuntamiento e instituciones públicas y privadas que trabajan codo con codo, propulsando el avance tecnológico y biomédico, conectando conocimiento con futuro.
Salamanca cuenta ahora con la infraestructura y los recursos necesarios para que investigaciones como la mía, centradas en viroterapias contra el cáncer, puedan avanzar hacia su aplicación en humanos. Esta apuesta innovadora fue clave para crear con mi socio, también charro Miguel Ángel Avila, ViroFend Therapeutics, aquí en nuestra ciudad, convencida de que aquí la ciencia puede desarrollarse y convertirse en soluciones reales que mejoren las vidas de las personas. Una empresa con plantilla formada en Salamanca, apoyada por inversores charros y comprometida con el avance de nuestra ciudad. Poder desarrollar mi trabajo aquí representa una profunda satisfacción personal y profesional, que me permite retornar a mis orígenes y contribuir a esta transformación. Hoy, más que nunca, en Salamanca, ciencia, tecnología, talento e inversión económica convergen para construir el futuro de la medicina.
Veo a nuestros jóvenes con más oportunidades. Y a ellos, y en especial a las mujeres y a las niñas, quiero dedicarles mis últimas palabras: ¡aprovechad el privilegio de formaros en una ciudad con una tradición intelectual única y rodeados de talento investigador y científico! Tenemos la suerte de tener una comunidad científica de altísimo nivel y de referencia mundial. Os animo a mantener la curiosidad y la pasión por aprender, a no tener miedo a equivocaros y a buscar siempre nuevos retos. Salamanca os ofrece ahora más que nunca el entorno y los recursos para crecer, para que nunca dejéis de soñar en grande, porque el verdadero avance comienza con la valentía de dar el primer paso y creer en sí mismo.
Salamanca, tierra mía, de arte y sabiduría y de talento sin igual, donde cada sueño compartido transforma y seguirá transformando el destino de la humanidad.
¡Que juntos disfrutemos de unos días inolvidables llenos de alegría, respeto y unidad!
¡Desde Salamanca al mundo!
Y ahora sí, si me acompañáis todos:
¡Que viva la Virgen de la Vega!
¡Que viva Salamanca!
¡Gracias a todos!